En un día, como el de hoy, en que las bolsas han retrocedido a niveles de noviembre de 2012, uno se pregunta como esta o aquella empresa que da beneficios, que reparte un jugoso dividendo, etc., está a un precio que se nos antoja ridículo o nimio. Pues en un día como el de hoy un forero nos deleitó con un cuento que habla sobre el valor de las cosas. Espero que os guste tanto como me gustó a mí. Saludos y buen fin de semana.
El
valor de las cosas.
Vengo,
maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada.
Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto.
¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?”
El
maestro, sin mirarlo, le dijo:
-Cuánto lo
siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema.
Quizás después…- y haciendo una pausa agregó: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo
podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
-E…encantado,
maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus
necesidades postergadas.
-Bien-
asintió el maestro.
Se quitó
un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al
muchacho, agregó- toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el
mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario
que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda
de oro. Vete ya y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven
tomó el anillo y partió.
Apenas
llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún
interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.
Cuando el
joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara
y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle
que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En
afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre,
pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y
rechazó la oferta.
Después de
ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien
personas- y abatido por su fracaso, monto su caballo y regresó.
Cuánto
hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces
habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir
entonces su consejo y ayuda.
Entró en
la habitación.
-Maestro
-dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera
conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a
nadie respecto del verdadero valor del anillo.
-Qué
importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos
saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero.
¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y
pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo
vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven
volvió a cabalgar.
El joyero
examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le
dijo:
-Dile al
maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58
monedas de oro por su anillo.
-¡¿58
monedas?!-exclamó el joven.
-Sí
-replicó el joyero- Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70
monedas, pero no sé… si la venta es urgente…
El Joven
corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
-Siéntate
-dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya,
valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto.
¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo
esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario